3 de febrero de 2012

Fragmento del pregón de 2010 en el que se habla de la "madrugá"

Y tras una noche de verdes esperanzas, llega la madrugada de Guadalcanal.  Una noche de inquietudes e incertidumbres. Cuantas veces habremos mirado el cielo a través de las ventanas de nuestros hogares, cuantos suspiros de alivio al contemplar que lucen las estrellas y cuantos nervios al ver correr las nubes enturbiándose nuestra visión, con alguna que otra lágrima anticipada. Permaneceremos a la espera entreteniendo nuestro sueño , porque es noche de luces encendidas en los salones de nuestros hogares y cuando el reloj inexorablemente avance en el tiempo, la madrugada se hará silencio y el silencio madrugada en la plaza de Guadalcanal. Las blancas paredes de Santa María, parecerán estar mudas y su puerta cerrada.
Y  ahora nazareno, mientras tu cíngulo amarillo se aprieta contra la tela morada, me uno a ti en larga fila que cruzará la noche y juntos nos preguntaremos:
¿Habrá silencio en la plaza? ¿La cubrirá un cielo rodeado de estrellas y será la  luna expectante con su luz plateada, quien alumbre la primavera?
No lo se nazareno, pero a mi siempre me lo han contado.


Me contaron de la luna
del caminar del reloj
del dialogo silente
del azahar en flor
de la brisa, de la gente
de las rejas de un balcón
de un suspiro entrecortado
que escapa de un corazón
en una noche de relente
que no hace frío ni calor
¡que bonito nazareno
cuanta fe cuanta emoción!

Y nosotros , ¿ que contarles?
Que aquí  no hay silencio, solo un revuelo de nazarenos que ajustamos el capillo y un murmullo de todo hermano, que busca su insignia y se acomoda en su tramo.

El costalero retoca su costal, mientras se lía en faja morada y el llamador inquietante, espera ansioso la mano del capataz.
El templo  es ilusión del niño, que viste por primera vez su túnica y de mayores que un año más, cumplimos tradición. Se ordena el desorden y se forman las filas en silencio, tras un cristo que avanza hacia el cancel. Un escalofrío vaga de alma en alma, se acerca la hora.
Solo tres aldabonazos y el férreo chirriar del cancel, nos anuncia que todo ha comenzado. El frío relente de la noche penetra en el interior, haciendo mover levemente la túnica morada del Señor de Guadalcanal.
Solo el rachear de zapatillas y la voz entrecortada por la emoción del capataz. serán la leve melodía que llevará el paso a la calle.

Señor, ya estás en la plaza
yo no puedo ver tu cara
pero veo tu cruz, veo tu espalda
y veo como el cirineo
te ayuda con esa carga
siento un escalofrío bajo mi saya morada
escucho la saeta que es una voz que te llama
se ha roto ese silencio
es el pueblo, son sus palmas
el ansia de una oración
que no musita palabras
es el beso de unos labios
y unos ojos que se empañan
es el pincel de la noche
en su lienzo de esperanza
quien dibuja un cielo azul
con estrellitas de plata
y es Nuestro Padre Jesús
que hoy ha bajado a la plaza
para llevar nuestra cruz
y alimentar nuestras almas.

El frío relente de la noche ya roza levemente sobre mi capillo. No hay hora, minuto ni segundo más sublime, que  cuando el humilde pisar de un nazareno se aprieta sobre el pavimento de la madrugada,  manchado de cera. Ese pavimento que minutos antes ha pisado el costalero en silencio. Ahora su rachear firme va rodeando la plaza, entre el eco cercano de la corneta y el ronco quejido de un tambor. Hasta un calvario todavía lejano, caminará en silencio por las calles de Guadalcanal y hasta tres veces deberá desvanecerse en cualquiera de nuestras esquinas, abatido por el peso que en su hombro, ha depositado la injusticia, la envidia y la desigualdad. Pero el amor que Guadalcanal profesa al Nazareno, ese mismo amor convertido en varón de Cirene, ha subido hasta un calvario de rojos claveles, para hacer tu peso más liviano y llevadero, convertir en caricias las espinas de tu frente y hacerse fieles seguidores de esas aristas que componen tu madero; Que de él la señal de cristiano hicieron, para adorarte por los siglos venideros.
Y mientras la noche nos va regalando esas gotas de rocío, que como cuentas de un rosario de amor,se van desgranando en tu noche mas amarga, mis labios nazarenos quieren también rezarte, y ¿Cómo podría yo rogarte para que me concedieras tu gracia? ¿Cómo bajo este capillo que me impide verte la cara? Y ¿Qué gracia me concedieras que no me haya sido ya dada?
 Si solo el hecho de verte, en otra nueva madrugada
con la llama de mi cirio iluminando tu cara
es para mí la fuente del amor
donde bebe mi alma cansada.
pero ¿cómo podría yo Señor arrancarte ese dolor que te seca las entrañas? si solo soy un nazareno, quiero ser y no soy nada, ante toda la impotencia por esa injusticia innata.

Quiero ser cirineo y quiero ser madrugada
quiero ser el consuelo y quiero ser la medalla
calvario para que pises, verónica para tu cara
saeta para cantarte, plegaria para rezarla
beso para besarte y túnica para bordarla
quisiera ser la torre y sostener la espadaña
reflejarme en tu paso, con el sol de la mañana
quiero ser el costalero y sentir en mis espaldas
ese peso del madero y el amor de tu mirada
quiero ser el capataz y desgarrar mi garganta
quiero a golpe de martillo acariciar tus entrañas
ser luz, ser cirio, ser alba
ser ese maniquetero que te acaricie tus andas
quiero ser el monaguillo y el incienso que derrama
quiero ser el azahar que la plaza perfumara
y quiero ser Guadalcanal
para besar tu talón y arrodillarme a tus plantas.

Cuando la negrura del cielo se va tornando en claridad, el caminar del nazareno ya se nota cansado. La madrugada es fría y larga, pero el amor que les conduce es inmenso y duradero.
Las capas moradas del cortejo del palio arropan el llanto de la  Virgen, cuando la calle granillos aparece como el hilo conductor hacia la cima. Siempre he encontrado en esta calle, la verosimilitud de la calle de la amargura. La cima del Gólgota está ya próxima, no puede ser de otra manera que esa confluencia de calles a donde se asoma la sombra del convento , donde Jesús encuentre a su madre.
La Virgen de la Amargura se mece entre el dorado de su bambalina y  el azul deslumbrante de su manto. Su  mirada se pierde en este calvario que evoca viejos recuerdos, cuando clava firmemente sus pupilas en los muros del convento.
Atrás quedan los recuerdos, aquellas negras tocas , aquellos labios que rezaban y aquellas manos temblorosas que dejaban caer una a una las cuentas de un rosario, cuando pasaba frente a ellas la Virgen de la Amargura. El silencio y la ausencia, cubren el gran hueco que dejaron las dulces palabras de la hermana Josefa María, la eterna sonrisa de la hermana María Reyes o los sabios consejos de la hermana Isabel.
Hoy, mientras la Virgen de la Amargura se mece frente al portal de su casa hermandad, desde el balcón celestial contempla tal belleza la hermana Josefa Maria. La Virgen casi deja escapar una sonrisa para ella, entre el mar de lágrimas que fluyen de sus ojos.
La madrugá de Guadalcanal se hace plena de luz, dando paso a una hermosa mañana. Leves rayos de sol iluminan suavemente el rostro de la señora, mientras que en la sierra,se dibuja el perfil luctuoso de la muerte.

Madrugá del Viernes Santo
¿ya no llora la señora
o es que el eco de su llanto
se ha secado y ya no aflora?
Es la cuesta de Santana
empinada y dolorosa
cuando el sol de la mañana
la ilumina tan hermosa
que parece que sus ojos
Como perlas cristalinas
sin lagrimas se adivinan
y no se advierte su congojo.
y es que al verla llorar tanto
Guadalcanal se compadece
y su pañuelo le ofrece
para el caudal de su llanto.
La noche gris y oscura
de plena luz se ilumina
la virgen de la Amargura
por el palacio camina
manto azul de terciopelo
sobre su saya bordada
tez acaramelada
y suspiros de consuelo
reina de la mañana
y Amargura de los cielos.

Cloti